domingo, 9 de enero de 2011

Lo que Edith Wharton me sacó hoy sentado en el reposet...


En un momento, a todos, nos llega el momento de sentirnos algo innecesarios o quizá, demasiado inútiles para este mundo. La conciencia y la educación, y las imágenes diarias. Virginia Woolf alguna vez escribió que “Un sentimiento sin equivalencia en acciones es inútil”. Por eso me gusta el arte y hasta cierto punto, la escritura. Parece ser que la figuración (referente a un objeto físico, material, tangible) de las ideas, sentimientos y emociones, es lo que me interesa… después, la escritura te puede hacer pensar y recapacitar, es un amoldamiento del entorno y tus ideas, hacer posible lo imposible, recalcar ciertos aspectos que la gente parece no notar y que incluso la persona que escribe también ignora. Escribir es, como en todas las ramas del arte, crear, pero la diferencia es que el límite de la escritura es la imaginación. Lo sé, suena sesgado el asunto, sólo que en la escritura, casi cualquiera puede buscarse un lápiz o un objeto que pinte, y un pedazo de papel o superficie donde escribir, eso y una idea.

Una vez, cuando terminé de escribir aquella primera novela (y única… completa hasta el momento) estaba muy frustrado, de algún modo lo sigo estando con respecto a esa novela, sobre el equivalente de las emociones en la escritura. Y tuve un sueño, uno donde alguien (no sé quién era, pero era un hombre) me decía que debía usar las palabras para dar a entender las emociones sin definirlas o citarlas textualmente, debía abrazar al personaje y dejarlo estar consigo mismo para que el lector hiciera sus deducciones. Desperté y dije: Lo puedo hacer.

Bueno, creo que fracasé, pero vamos, no es para lacerarse, es un fracaso común y corriente para un escritor joven. De alguna manera siempre digo “soy joven, somos jóvenes”, puede ser que mis amigos tienen un poco de influencia en ese pensamiento, cuando hablaba con mi amiga Paulina sobre lo frustrado que estaba con mi novela (de eso hace un poco más de dos años) y de mis ansias de querer comerme al mundo, ella me dijo: Eres joven.
Ahora con 21 años claro que me sigo sintiendo joven pero no más sabio o preparado, claro que siempre se encuentra esa latente sabiduría que te dice, paradójicamente, que jamás tendrás ni el suficiente conocimiento, ni la más mínima experiencia y es mejor te dejes de preocupar por ello.

Pero, sí me preocupa un poco la falta de comunicación con respecto a mis escritos… tanto de textos de ficción (de aquí y allá), como de textos críticos, me he llegado a preguntar ¿será que me explico bien?, ¿será que llega aquello que quiero expresar? Por un lado se puede ver como algo egocéntrico, lo sé, por otro es algo muy absurdo, digo… “época postmoderna”, Umberto Eco diciéndonos que todo esto de la obra desde los años 60 se tiende a la obra abierta… pero el punto con cierto tipo de escritura es que se pretende, no dar un mensaje, sino más bien un apunte sobre lo social. Me llegó la preocupación cuando estaba sentadito en el reposet de la sala de mi tía, con una cobija y leyendo “La edad de la inocencia”. Llevo tiempo diciéndome “Si Edith Wharton viviera… ¿qué pensaría de la ‘nueva’ Nueva York”. Me dije que seguro ella pensaría: ahora no es la aristocracia aquella que recibe las loas y el reconocimiento social, ni las grandes familias conservadoras, no, sino aquellos bohemios que crecieron y aprovechándose de la ola europea, vieron la manera de dar forma a su élite, una que, ni es mejor ni peor que la aristócrata, pues sencillamente el núcleo del poder ha cambiado de dueño.
Claro, después me dio gracia por creer que puedo meterme en la cabeza de una mujer muerta en el siglo pasado y nacida en el antepasado (como cuando digo… ¿Y qué pensaría la Woolf? Y me respondo “Oh sí, claro, ella diría…”), después me cuestioné ¿y cómo sabemos que Wharton fue obvia con su mensaje? Claro, claro, entra la noción de que esa literatura tiene una forma y contenido mucho más directo que la literatura actual, pero aún así… Edith Wharton ¿estaba criticando la doble moral de sus personajes o sólo loándola? En ocasiones los escritores son muy discretos por temor a caer en la caricatura, admiro eso, porque cuando caen en la caricatura también caen en esquemas demasiado obvios, algo que, perdónenme, Charlotte Brontë hace (y la amo, pero lo hace, le encanta ser dicotómica), y claro, como me gusta comparar, si nos vamos al siglo “postmoderno” con una escritora como Candace Bushnell, que abundan todas estas neo feministas intento de existencialistas, porque ya sé… si han leído algo de ella dirán “Ella… ¿existencialista?, pero qué chiste tan malo”, pero les digo que la mujer se lo puede creer; y es que la líneas se rompen, Bushnell hace parecer heroico el que su protagonista súper famosa se cambie de color el cabello por una crisis emocional, cague en el baño de su mejor amiga y le grite a la mierda “que te pudras, que te pudras”, mientras el desagüe no sirve y la mierda se queda estancada en el retrete. Todo parece, nuevamente, una caricatura, pero ya no se sabe hacia qué lado de la balanza. Si con escritoras como las Brontë, Wharton, Castellanos, Austen, la misma Woolf y en ocasiones hasta Beauvoir, tocan los polos de lo dicotómico (y mira que Simone de Beauvoir es netamente existencialista y liberal, para ella no existe bueno y malo, perdón o condena, no de una forma tan árida), y no de una manera facilona sino en pro de dar a entender una noción. Puedo decir que las escritoras actuales (y bueno, escritores, es que sencillamente me he dedicado más a leer a mujeres y no hombres) la noción se pierde. Después de leer libros como los de Bushnell, termino pensando “¿Y qué me quiso decir? Quizá nada, quizá todo, quizá realmente soy un estúpido”, pero claro, regreso a textos como los de Wharton, que al menos sabes a qué le tiraba la mujer con precisión y sabiduría, no sólo con su escritura sino también con su modo de vida. Lo que me lleva a otro punto.

Los escritores, de un modo o de otro, llegan a una instancia en que confirman sus tesis con su modo de vivir. Ahí está Simone con “La invitada” (primera novela), Austen (sí, un gran salto en el tiempo) con todas sus novelas, Wharton que con “La renuncia” pone punto final a toda incertidumbre entre realidad y fantasía al agregar ciertos datos autobiográficos; pues verdaderamente los escritores también agregamos datos autobiográficos en los textos. Así ¿el relato se allega a la vida, o el relato parece ser una tesis teórica de lo que en ocasiones los escritores queremos de la vida? Entiéndase el “querer” como homenajear, reprobar, criticar, observar. Por eso creo que los teóricos actuales, e incluso los de aquella época, consideraron la obra de Edith Wharton aún más incisiva de lo que ya es por sí misma. Porque lo escribió, dio a entender (de una manera muy elegante) “Nueva York, eres hipócrita, tienes doble moral, tus estatutos no me ajustan, tus leyes son demasiado obtusas y banas” y después lo aplicó a su vida, no sólo en la escritura, así creó un cambio.

Pero luego llegan los escritores postmodernos… luego llega mi generación, luego ¿qué se deduce que debemos decir? Me siento innecesario e inútil, la verdad por esa cuestión he pensado en dejar de escribir, porque me siento muy egoísta. Cuando recibí apoyo para terminar mi novela dije “Esto debería bastar, nadie tendría que conocer lo que escribo, justo ahora me pagan por algo que me gusta hacer, el querer publicarlo es pura vanidad, además ¿De qué le serviría a la gente?, ¿qué consuelo o alivio podría dar?”, al poco tiempo inicié mi blog “La campana de cristal” y mis indicios eran “Mundo del arte, eres tan extraño, hipócrita, doble moral, absurdo, elitista, lleno de poses y vanidad, tanto que me enferma me gustes tanto”, y mundo del arte como TODO lo que engloba al arte. Después me di cuenta que exageraba las cosas y eso estaba bien, total, nadie leería mi blog, nadie que realmente le interesara, y si escribía eso era por mera fantasía, ahí podía suceder cualquier cosa pues era libre, primero, de las leyes de la vida (sí, crítica social pero a la vez indiferente a ello, tenía que ser a momentos tan diferente de la realidad, en otros tantos una caricatura, en otros más un fiel retrato) y segundo, lo más importante, no eran textos ficticios que debieran tomarse en serio, no los pensaba mucho, salían entre veinte o cuarenta minutos… pero la cosa cambió.

Recibí comentarios de compañeros y la cosa cambió, se reafirmó y cuestionó mi modo de vida, el texto cobraba más importancia que el mismo escritor y eso es una falla, la querida Carrie Bradshaw dijo alguna vez: “Yo no soy mi columna, mi columna es lo que hago”. Lo dirá ella en el ‘nuevo’ Nueva York que incluso criticaría la misma Edith Wharton y que también me sorprendí amar tanto “Sex and the city”, serie que si vivieran tanto Wharton como Woolf la despreciarían… pero es que… cuesta tanto ser congruente, y aunque como dice Miranda Richardson en su papel de Vanessa Bell en “Las Horas”: “Tu tía (le dice a su hija Angélica) es una mujer muy afortunada Angélica, porque tiene dos vidas, la vida que ella viva y la del libro que está escribiendo”. Pero a momentos ¡cuán difícil es llevar la responsabilidad que conllevan esas dos vidas!

Pues bueno, sólo escribo esto, porque aunque me parezca egocéntrico ser escritor (lo digo pensando en mí, no en los demás, porque incluso la mayoría de los escritores de mi edad que conozco son activistas, altruistas y dadores de igualdad social e intelectual, mientras yo leo en un silloncito con una cobijita mis libros jajajajaja) sigo escribiendo porque eso me ayuda a seguir viviendo, inventar cosas, afianzar otras, dramatizar algunas o quitarles la relevancia poniéndolas en papel y también en la web, y que al fin, ahora que ya le puse fecha final a Leonard y sus disturbios emocionales, pretendo iniciar lo que pretendo sería mi segunda novela (que ya he iniciado un par más con el mismo fin, “La campana de cristal” es una muestra de ello, pero debo dejar descansar a Leo por un rato, porque la verdad no sé si me interesa tanto el mundo del arte desde esa perspectiva, al menos dentro de una donde casi cualquiera se puede sentir identificado y ofendido dentro de mis textos), digamos que si mi anterior novela fue inspirada por Virginia Woolf, diré que esta segunda corre a cargo de mi musa Simone de Beauvoir y la premisa de “No somos evolutivos”, no existen límites o dicotomías, no más allá de estar vivos o muertos. Alguna vez Simone escribió: “¿Qué es un adulto, sino un niño hinchado?” pues bien, de ahí proviene esta segunda novela de la cual ya inicié, no les contaré mucho, odio decir que inicio un proyecto porque luego no se concreta en nada, pero con eso de que quizá pronto tenga más tiempo libre del que normalmente tengo, pues entonces me dedicaré a escribir. Y sí… uno de mis personajes principales, uno realmente importante, se inspira netamente en una persona muy cercana a mí, y otros más a la gente que me rodea, pero eso sí, nadie se podrá sentir aludido, ofendido o identificado hasta que la novela está terminada, escrita y publicada, y que para eso pase podemos decir que aún falta tanto tiempo que prefiero no pensar en ello y solo disfrutarlo.

1 comentario:

  1. Vaya, me encanta porque es fácil leerte, además con tanta persona que citas, brotan mis ganas de utilizar el internet (o será "la"?)para algo útil. [Valga la redundancia]

    Saludos :)

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