sábado, 12 de noviembre de 2011

Ese de ahí no soy yo

En ocasiones creo que los seres humanos nos prohibimos ser honestos los unos con los otros. Podrá ser que desde mi regreso intento ser más transparente pero sufro un cruce de cables existencial bastante fuerte. Por un lado deseo, ansío ser más directo; por otra parte, aunque la gente que me conoce me cree un sarcástico agresivo, la verdad es que no puedo ser así con todas las personas, no se puede tener el mismo nivel de confianza, ¿por qué?, ¿por qué esté mundo con pinzas?


Mi sarcasmo y humor negro efectivamente sólo es entendido por mis seres más cercanos, mientras que con el resto, si lo expreso, se ofenden, si soy más honesto, se sienten agredidos. También no siempre puedo ponerme en posturas “serias” y recalcitrantes porque entonces se incurre en una intrusión social con las personas.


Me parece la sociedad desea ese arrullo cotidiano del “Buenos días, buenas tardes, buenas noches”, “Hola, adiós, ¿cómo estás?, bien… bonito, qué bien te ves… te ves cansado, ¡oh qué frío!, ¡calor que hace!”, etc. Frases prefabricadas para hacer la vida un poco más tranquila, transitable.


Me quedé pensando que quizá todos tenemos (o tuvimos) nuestras ideas tajantes, pensamientos que no compartimos con personas que incluso amamos a montones, pero al final sencillamente lo callamos para crear lo que me parece “una sobre-domesticación de lo cotidiano”. Nos gusta que nos ladren con elegancia, las sentencias de muerte se dicen con cierto tono edulcorado para quién las profiere no sea arremetido con sus propias palabras (más allá de la acción). Cuestión dentro de la manipulación del lenguaje oral, corporal, proxémico.


Incluso la crítica de arte, de cine, por más clara y honesta que se preste casi siempre será tomada de forma ofensiva. O por el otro lado, la producción de cine, este espacio donde se delega, se gestan proyectos, toman decisiones, se abofetea al equipo con quién se trabaja con mano firme pero sin malas intenciones, cuando se pide el patrocinio con toda la falsedad posible, aún cuando uno se siente falso y el que patrocina sabe que se encuentra frente a una actitud falsa pero un proyecto verdadero. Me sorprende que de tanta complicación y falsedad surjan acuerdos concretos.


Somos consientes del teatro y aún así optamos por la mascarada. Entendemos que el rostro que nos muestran no es más que un cúmulo de maquillaje, pero lo aceptamos como verdadero, ¿es esta falsedad un tipo de vida usual, tanto que permea nuestra subjetividad cotidiana a tal grado de perder esa definición de “falso” por “correcto”, pasando por “necesario”? Son las leyes de la sociedad, adaptación o muerte, eso lo tengo muy claro, siempre lo he dicho, pero aún así tengo días donde me sorprende el vacío existencial que nos dejan todos estos carnavales caducos por lo mismo de ser cotidianos. De ver la utilidad e infelicidad de patrocina el maquillaje social y que aún así optamos por especializarnos frente al espejo para saber qué colorete queda mejor para tal o cual ocasión.

No hay comentarios:

Publicar un comentario