sábado, 8 de septiembre de 2012

The maze

Orlando dice: ¡Solterona, sola!

Lo grita con desdén, desprecia las palabras, las etiquetas. Después corre por un hermoso laberinto con su bello vestido barroco, tirado al rococó (uno perteneciente al imaginario cinematográfico, porque dudo que las damas inglesas de aquella época usaran este tipo de ropa) donde pasan las horas, los años: Ahora tiene un vestido victoriano, cae sobre la hierba y dice "Naturaleza, naturaleza, soy tu novia, ¡tómame!"


Los sábados no me suele ir bien. Me siento solo y triste. Hoy podría haber salido a una fiesta con amigos que amo, pero no tengo dinero. Y cuando tengo la oportunidad de estar con la gente que quiero, ellos no pueden.

Lo que he aprendido, a lo que recientemente me apego, es a esta idea de la vida como laberinto. Uno pasa los entresijos solo. Cambias de vestidos, de sexo, de amantes, peinados, cambias de vida solo. Al menos eso es lo que me pasa a mí.

Y entro solo al laberinto con un vestido rococó, y salgo de él con el estilo victoriano, igual de solo y un poco suplicante. La única que te puede traerme sorpresas es la madre naturaleza.




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