jueves, 2 de septiembre de 2010

¿Realidad o fantasía?, ¿así de dicotómico?


La verdad es que siempre he tenido problemas de identidad, y justo ahora con eso del bicentenario la cosa se complica ante mi desinterés frente a toda ésta faramalla nacional. Soy mexicano, me siento como tal pero por otro lado no pertenezco a la dicotomía sobre la cual se desenvuelve la nación.
Por un lado están los que se creen cada aspecto dado por los medios de comunicación, tales como televisa, tv azteca y… ¿tenemos más? Bien dice mi querida Ivonne (profesora de la facultad) “La televisión nunca ha sido democrática, nadie escoge lo que se transmite” (amo a esa mujer… ¿lo sabían?); por otro lado están aquellos que son revolucionarios y hacen algo al respecto para cambiar el rumbo de la “realidad nacional”… ¿y yo? Un chico que sonríe.
Muchas entradas he dedicado a la identidad, la definición de uno mismo, el elegirse, erguirse, existir, que si tomo a Simone de Beauvoir o Rosario Castellanos, pero honestamente creo que muchos métodos en la actualidad están disueltos, así de sencillo, nos urge una renovación más allá de los procesos creados durante la historia para la proclamación de una libertad que quizá jamás llegará.
Pues que ni estoy con los conformes y tampoco con los inconformes, soy una masa flotando en el intersticio cínico existencial… supongo, creo que es como nos diría José Revueltas en su ensayo sobre “El inasombroso Mito mexicano” donde comenta desenfadadamente que el “el mexicano acepta sus mitos sin sobresaltos y con una tranquila convicción de quien se tiene bien sabido que aquello no es sino una segunda naturaleza, suya y de las cosas. Lo único que desazona y perturba al mexicano (y esto a extremos patológicos) es el comparecer ante la verdad desnuda. Y tanto peor si esa verdad es su verdad”… ¿y mi verdad? Creo que estoy más con aquellos embobados con el mito del mexicano.

Por otro lado (uno más privado) mi escritura normalmente ha sido tachada de snob, teatral, burguesa y telenovelesca. Dentro de todos los adjetivos no les diré cuál me da gracia, cuál adoro, cuál odio y otro que pienso: “Ya quisiera”. Usualmente no hablo de la realidad nacional, ni de los problemas actuales, tampoco del pensamiento colectivo del mexicano, y si no lo hago no es porque crea que es irrelevante, sencillamente no me atrae tanto la atención como el escribir sobre los pensamientos interno de mis personajes y sus problemas existenciales. Aunque como dice Anna Maria Guash y el mismo Vygotsky, las cosas dependen del contexto.
Pero en ocasiones es del mentado “contexto” del cual me desconecto dentro de mi escritura. En muchos aspectos soy puntual y realista (quizá últimamente en la realidad homosexual dentro de México) y en otros tantos soy tan fantasioso como pueril (las fiestas tipo “Skins” que sí existen, pero son más descarriadas y obtusas de lo que me gusta aceptar, en algún punto siempre las pinto medio intelectualoides), por ello me di cuenta que me gusta tanto la serie “Sex and the city”, todas éstas mujeres que viven una especie de realidad fantasiosa, glamurosa bastante desapegada de la realidad pero con unos toques tan certeros dentro de las relaciones amorosas. Alguna vez me dijo mi amigo Fred: “¿Pero quién se puede identificar con esa serie? Nadie es famoso y glamuroso como esas viejas, ni tienen tanto dinero o la súper ropa”, a lo que le contesté: “Pero todos nos hemos enamorado, tenido una relación tortuosa, obsesionado y hecho miles de preguntas sobre las relaciones amorosas, es ahí donde entra la identificación con la serie”.

El punto es que actualmente me bamboleo entre la realidad y la fantasía. Puede ser que soy “hijo de papá y mamá”, que tengo un poco de dinero para comprar mis libros, mi música y encerrarme a leer y escribir en mi cuarto propio por horas y horas. Quizá mi realidad siempre es como una burbuja y por todo eso se dice lo que se dice sobre mi escritura y creación en general.

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